* El bar Ricardo se ha consolidado durante los últimos años como una de las barras clásicas con más tráfico de la ciudad
* El producto de alta calidad, un equipo profesional y una cocina abierta durante todo el día, son algunos de los motivos de su longevidad
* El marisco fresco junto a las patatas bravas, la ensaladilla rusa y la sepia con mayonesa son sus bastiones de identidad
El Bar Ricardo celebra 75 años desde que la Sra. Amparo González y su marido, abuelos de los actuales hosteleros, abrieran sus puertas en la calle Dr. Zamenhoff, 16 de València. Por su cocina han pasado tres generaciones de hosteleros, una saga familiar que comenzó su recorrido con una bodega en la que se vendía vino en barriles y licores.
Actualmente, Ricardo Mirasol, conocido por todos sus clientes como Richard y Susana Salvador, nietos de la fundadora, continúan cosechando éxitos en la que es hoy una de las barras consolidadas más importantes de la ciudad, donde se cruzan cada día -de martes a sábado- vecinos del barrio, ejecutivos, deportistas y personajes varios de la sociedad valenciana.
Fundada en 1947, la barra del Bar Ricardo forma ya parte de la historia de la ciudad. Situada en el distrito de la Petxina, ha sido testigo y protagonista de los cambios políticos, sociales y económicos, y también de una pandemia que puso en jaque su trayectoria con un cierre inesperado, del que han salido reforzados.
La idiosincrasia del Bar Ricardo es su producto y también su saber hacer: “Presumimos de ser una barra democrática en la que cabe cualquier comensal amante del producto fresco y de las tapas más tradicionales. Susana y yo nos hemos esmerado mucho en respetar el concepto que propusieron nuestros antepasados, basado en la calidad y la proximidad”, explica Richard. “Para nosotros, estar aquí 75 años después, recibiendo el cariño que nos da todo el mundo que viene a nuestra casa, es el resultado de un trabajo humilde y honesto”, explica Ricardo Mirasol, gerente y jefe de sala del bar.
Marisco de primera y verdura de la huerta valenciana, las claves de la barra del Bar Ricardo
Cada año salen de la cocina y la barra del Bar Ricardo millares de raciones de bravas, ensaladilla rusa y de sepia con mayonesa, los tres platos insignia.
Pero el marisco ocupa una posición importante en las comandas y en el arqueo de la caja. Los erizos, las zamburiñas, las almejas de carril, los mejillones, las clotxinas, las gambas rayadas, las tellinas, la langosta, las navajas y las ostras son las reinas del aparador.
Y por supuesto, está el pulpo, ese plato que, según los recuerdos de
Richard, fue una introducción pionera de sus padres, que lo convirtieron en uno de los productos esenciales y protagonistas del local. De ahí su logotipo: un pulpo divertido y ya histórico.
“
Alrededor de la década de los ochenta, mis padres empezaron a cocer el pulpo entero y empezaron a servirlo en una tabla, era algo que llamó la atención en aquel momento y ahora es un clásico del bar”, recuerda
Richard.
Con los mariscos y los pescados conviven los frutos de la huerta. Los tomates y las alcachofas de la terreta, de Kilómetro 0, comparten protagonismo de cara al público, haciéndose sitio en la cocina cada día para sus fieles comensales.
De los caracoles o el allipebre, a las alcachofas con foie y la langosta estilo Formentera, tradición y vanguardia en la cocina.
Bajo la mano de Susana en la cocina, el bar ha heredado tapas autóctonas como los caracoles, el allipebre y las habas, y ha ido proponiendo otras novedosas y también muy demandadas.
Las alcachofas en tempura con huevo trufado y foie, los erizos gratinados, la langosta estilo Formentera y el carpaccio de boletus, se encuentran entre estas últimas.
El servicio excepcional, con camareros que siguen las reglas de oro del oficio, es otro de los sellos de la casa. Esta atención sin mácula se consigue, según la pareja, por el trato cercano, el respeto y dignidad que confieren a la profesión hostelera, y los valores intangibles que ofrecen a los miembros del equipo, a los que consideran de la familia.
Y el secreto es…
Sin trucos, sin trampa ni cartón, lo que ha hecho posible al Bar Ricardo, en palabras de sus actuales gerentes “es que lo han llevado tres matrimonios, tres parejas involucradas hasta la médula en el bar. Esto no hubiera sido posible si no lo hubiera llevado a cabo con mi mujer”, confiesa Richard.
Susana ha bebido de la sabiduría familiar para preparar torrijas y tartas de queso inolvidables. Junto a Richard, son compañeros inseparables en las expediciones hechas a propósito para conocer lo que se cuece en otros bares y en los viajes que no están completos sin un tour gastro por lo mejor de cada lugar.
La cocinera reconoce que “últimamente se está dando más visibilidad a las mujeres en la cocina, aunque siempre hayan estado ahí”. “En la historia de la gastronomía no hemos estado igual de reconocidas que los hombres, cocinar era más una tarea doméstica que un arte. Afortunadamente, todo esto está cambiando y eso impulsa el talento femenino”, añade Susana.
Sobre si habrá cuarta generación, todo apunta a que sí. En sus cocinas y en su barra se prepara ya el relevo generacional. Uno de sus hijos, que limpiaba meros que le doblaban en tamaño desde que era un niño, ya ayuda a su madre tras bastidores, mientras que otro se prepara para la labor de cara al público.
Parece que la historia del Bar Ricardo continuará.